Es una hermosa mañana del mes de Noviembre en los suburbios al norte de San José, Costa Rica. Es un domingo. Aún no dan las seis de la mañana, y ya estoy despierto: señal inequívoca de que es estoy más viejo (o quizás de una benévola auto-disciplina que me invita a mantener una rutina). Desde la ventana de la habitación que acojo como oficina en casa, puedo ver que el sol ya ha salido, escucho unos cuantos pajaritos cantar y al fondo autos, camiones otros vehículos, perros que ladran en la lejanía y alguno que otro vecino noctámbulo que se escucha por ahí: son señales. un hermoso nuevo día arranca. Gracias a Dios, un nuevo día.
Mi inventario de libros continúa. Cada uno de los libros despierta en mí diferentes pensamientos y me hace rememorar, activar ideas. Hay diferentes niveles de apego y de intimidad o afición temática. Caigo en la cuenta de algo revelador para mí; quizás no lo he advertido todo estos años: he coleccionado secuelas de libros. No son necesariamente trilogías de estas que se popularizaron hace unos años como los Juegos del Hambre, Divergente, y no, nada de Crepúsculo. Mi colección tiene pequeñas colecciones de otros temas. Ahí en el librero número uno, justo en el nivel uno, están ansiosos por ser retomados series como El Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano, junto con el Regreso del Idiota, y muy a mi manera de ser, la contra-posición dada por el Autorretrato de Cuatro Idiotas Latinoamericanos.
También veo y recuerdo lo mucho que aprendí con Type Talk y Type Talk at Work; múltiples libros de escultismo, desde lobatos, hasta dirigencia y roverismo. Se suman temas de economía “freak” gracias a la maravillosa narrativa de Dubner y Levitt con su Freakonomics y SuperFreakonomics (¿dónde está “Think like a Freak”?); llego a los años noventas del siglo pasado para encontrar a Goleman y Inteligencia Emocional, seguida de obras asociadas de esa inteligencia emocional aplicada al trabajo, al liderazgo. Me resulta interesante…¿Seré obsesivo con ciertos temas? ¿Simplemente me gustan los temas y con los años se revelan tendencias? Después de todo, no he completado ni el dos por ciento del inventario.
Elijo pensar que esto es un síntoma como los anillos de un árbol revela ciertas fases de mi vida. Y espero poder tener la salud, el tiempo y la capacidad para explicar mi razonamiento sobre cada una de estas obras, o colecciones temáticas y cómo me han ayudado en un crecimiento cultural, intelectual y de aporte social-laboral.
Hoy también elijo rescatar fragmentos de uno de los mejores prólogos que he leído. Si, yo soy del que lee prólogos. Abro comillas desde ya: “Cree que somos pobres porque ellos son ricos y viceversa, que la historia es una exitosa conspiración de malos contra buenos en la que aquéllos siempre ganan nosotros perdemos (él está en todos los casos entre las pobres víctimas y los buenos perdedores), no tiene empacho en navegar el cyberespacio, sentirse on-line y (sin advertir contradicción) abominar del consumismo. Cuando habla de cultura, tremola así: “Lo que sé lo aprendí en la vida, no en los libros, u por eso mi cultura no es libresca sino vital”, ¿Quién es? Es el idiota latinoamericano”.
Este primer párrafo corresponde al prólogo de una serie que me enganchó durante la década final de los noventa, y que al Regreso del Idiota, cual regreso del Jedi pero perverso, retomo años después.
Debo confesar, aquí como dice mi amigo Marco, por que las confesiones son liberadoras, catárticas digo yo: Mario Vargas Llosa es uno de mis autores favoritos y entonces este prólogo lo leo sesgado pues lo ha escrito Mario.
Pero, más allá de mi inclinación por la obra de Llosa (que no he leído completa pero colecciono y leo con placer e interés), el asunto va por una vereda particular: El Idiota Latinoamericano, me puya. Me aguijonea el espíritu. Levanta en mí conflicto.
Y no ahondaré sobre el libro completo, el cual es maravilloso para mí: una mezcla de buena prosa, entretenida, de esa que escurre sarcasmo, ironía y levanta roncha. No. Esto no pretende ser un resumen. Yo me quedo en el prólogo, es más en ese primer párrafo.
¿Por qué me incomoda? Tras años de digestión y auto-reflexión, pienso y siento que Mario Vargas Llosa me enfrenta a una realidad personal. Permítame que le explico, o intento hacerlo: Primeramente, este asunto de ricos contra pobres. Yo fui educado en escuela pública en Costa Rica, en un barrio de clase media de Tibás. Acudí durante toda la primera sin mayor privilegio económico. Era una escuela pública, como la hubo y hay en el país. La secundaria no fue muy distinta, salvo que tomé la decisión de estudiar en colegio de monjas, no tanto por la formación católica, sino por que el colegio era mejor. Pero igual, una secundaria semi-privada que no exhibía mayor abolengo. En medio de los tirones de cualquier limitación, y cubierto por el velo protector de mis padres, desde mi niñez y adolescencia, fui educado para pensar que no hay una dualidad conspirativa entre ricos y pobres, entre los que “tienen plata y los limpios”, dicho en costarricense más urbano; papá y mamá, me inculcaron una especie de dogma silencioso: esfuerzo, perseverancia, determinación.
Esas tres cualidades juntas, eventualmente dan resultados ¿Cuáles resultados? No necesariamente de riqueza económica, de otros tipos, y bien ayudan en la carrera económica que todos vivimos. Ahí está el primer problema: sé que hay injusticia social, que hay pillos, corruptos, ladrones de cuello blanco, descarados abusivos del sistema, pero no creo que esto sea una herencia maldita desde la época de la colonia española, o fruto del “Imperio Yanqui”. Me enfrento a emociones encontradas cuando alguien vocifera que “este país no da oportunidades, aquí los ricos siguen siendo ricos, y cada vez hay más pobres”. Eso no solo es estadísticamente debatible, sino que debe ser analizado con sensatez. El país da oportunidades. Algunos las aprovechan, otros no. ¿Puede el país dar más y mejores oportunidades? Si. Y el tema es complejo, profundo y hasta nauseabundo según exploremos la corrupción endémica que tenemos. ¿Soy yo rico? ¿Soy pobre? Si. De ambos. La riqueza no es solo dinero y propiedades, como tampoco lo es la pobreza. No he padecido tanto como otros hermanos y hermanas; pero, admito que lo que me haya pasado, no me victimiza.
Luego viene este asunto: despotricar contra el capitalismo o adorar el socialismo. A mi que me pongan del lado de Fito: “yo ya no tengo ningún “ismo”, y de vez en cuando,a menudo, inclinado al lado de Bersuit Vergarabat y su señor cobranza: stalinistas, capitalistas, socialistas, liberales, neo-pentecostales, anarquistas…¡por favor! Que nuestras acciones hablen más que las palabras. Crecí entre aquellos que se masturbaban entre peroratas comunistas, adorando a Cuba y que hoy no tienen ni como explicar Venezuela: son amigos y familiares que se han amamantado de la teta del Estado y critican a este país mientras vacacionan por Basilea o tomando un café Rotterdam. ¿Y qué me dice de los demócratas, sociales, liberales? ¿Qué más da? No creo poder diferenciarlos. Ahí están, defendiendo privilegios. Escudados en un sistema que acomodan a conveniencia. No puedo con los “ismos”…y que si alguno de tantos me parece más sensato que esto de izquierda y derecha, termino por ser pragmático, por valorar el resultado práctico. ¿Me hace falta entrar en política? ¿Nos hace falta? De seguro.
Y termino con eso de “la cultura libresca”. Ya antes me he referido a mi aversión al “Fachidiot”, ese que Enrique Góngora Trejos definía como: “Creo que fue Ortega quién acuñó el término “bárbaro especializado”.Los alemanes tienen uno aún mejor para designar a este tipo humano: “Fachidiot” (“Fach” significa materia, especialidad y también gaveta, cajón. “Fachidiot” sería algo como un “idiota especializado. La gente de letras cree estar a salvo de este determinación. Ego. Tan “Fachidiot” puede ser aquél que sólo conoce la literatura del “boom” latinoamericano como el físico que sólo sabe de partículas subatómicas..” Me encanta Góngora Trejos, debo confesar también. Y es esa oposición al Fachidiot, la que desde hace muchos años me invita a entender que no hay que ser letrado para ser inteligente; que hay estúpidos y patanes con maestría y doctorado, así como hay sabios con pala y macana cultivando tiquisque y yuca. No creo en el cultura libresca, ni en el argumento de la “universidad de la vida” por sí solos. Deambulo entre las avenidas de la educación y la práctica, de esa mezcla nutritiva de aprender para aplicar. Muy a lo Goethe: “No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer”.
En fin, estos libros me llevan a mis diatribas generales, más como una auscultación de lo que creo, y lo que soy. Para caer en la cuenta que Goethe me visita de nuevo con su frase “El hombre está hecho por sus creencias. Como él cree, así es”. Salvo que estoy abierto a aprender, a entender, asimilar, digerir, antes de creer ciegamente.
Original: Lunes 4 de Noviembre, 2019.
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